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miércoles, 16 de febrero de 2011


Madrid, los vigilantes gitanos se hacen con el control de las obras

No se habla en ningún medio de comunicación sobre una situación que se viene soportando en las obras en construcción y que tiene todas las características de un impuesto mafioso.

Se ha establecido, ateniéndome a los hechos, la división de la ciudad de Madrid y su área metropolitana en barrios dependientes de clanes gitanos. Es decir, son territorios que han sido adjudicados dentro de la organización de esos clanes, mafias o camorras a determinados individuos, que actúan y se presentan como ‘Vigilante de barrio’, incluso con tarjeta de visita y número de teléfono móvil, en las obras en construcción y ofrecen sus servicios, no de vigilancia, y sí de que “no te pasará nada en la obra”. 
En función de cómo es la obra, su emplazamiento y su categoría, aplican su tarifa mensual. Suelen exigir que les dejes la llave de esta y de la caseta de obra. Vamos, que se les facilite la entrada como si fueran a estar en ella vigilando durante las horas que permanece parada. 
La realidad es que sólo aparecen a cobrar a fin de mes y, desde luego, no falta nada en la obra. Pero si el contratista no pasa por el aro, pues la obra sufrirá una serie de desperfectos y daños, que serán más costosos que el peaje solicitado. 
Esto se ha extendido a todas las latitudes de Madrid. Incluso ya se ven en algunas obras un cartel que dice ‘Vigilante gitano’. Antes de este perfeccionamiento, se producían robos en las obras, principalmente de maquinaria eléctrica de mano o el cobre y plomo del material acopiado, siempre fácil de vender a peristas. 
Estos robos impulsaron a que los fabricantes de maquinaria establecieran un control numérico sobre estas herramientas, de manera que, denunciando su robo, estas máquinas no se podían reparar, pues el taller oficial las detectaba y avisaba al propietario. 
Esto, unido a que la maquinaria ya no duerme en las obras, pues los operarios, casi todos con vehículo, las transportan diariamente, y a que el cobre va desapareciendo, sustituido por otros materiales más eficientes, ha dado lugar al desarrollo de esta nueva modalidad de impuesto mafioso. 
La realidad es que esta presión mafiosa se sufre con total indefensión, pues, si no pagas, te causarán destrozos, y por lo tanto, no puedes denunciar el robo de nada, y los destrozos, por muy importantes y costosos que sean, al parecer tienen otro tratamiento jurídico y su pena debe de ser muy benigna. 
En definitiva, no es fácil garantizar la seguridad nocturna ni diurna en una obra, cuando esta cesa en su actividad. Las firmas de Seguridad que instalan sistemas, cámaras, conexión con centrales, etc., te dicen con toda honradez que “de todas formas entrará el gitano.” 
El gitano hace un trabajo limpio y ya no padece ni el esfuerzo ni el riesgo de llevarse de la obra lo fungible. Simplemente, te destroza, ‘sin despeinarse’, lo que más daño hace. 
Esta lacra la soportan principalmente los pequeños y medianos contratistas, los que, por la dimensión de sus obras, no soportan el coste del establecimiento de una guardería, como ordena la Ley, y no cuentan con otra protección o seguridad. La solución por el momento: nada más que pagar el peaje.